::ComunidadQuijote2:: - Carta de una hija
 

Inicio
Correos falsos
Pregunta a Bush
Posiciones de Sexo
Letras y números
Mil islas
No tienes corazón
Explicaciones de alcoba
Google
Reyes Magos
Agroglifos
En mi vereda NO
Crisis financiera Ninja
Multa de transito
Hasta la victoria
Páginas amigas
Administradores
Agilidad mental
Contacto
Dueños y esclavos
Llamadas telefónicas
Carta de una hija
Maestros y Profesores
Quien por quien
Limpiavidrios
La madre mala
Algo habran hecho 1
Frases ingeniosas
Paseo por la India
Hermosa mansión
Bush, Irak, zapatos
Mujeres o Brujas
Los argentinos
Brindemos
Título de la nueva página



Querido papá:

Serrat suena bajito “a la sombra de una higuera” mientras el llamador de ángeles reproduce la melodía de los vientos en mi ventana.

Te pienso, te pienso sentado en tu máquina del tiempo, con el cenicero que vos mismo fabricaste, ese, el de madera, a tu izquierda, con una montaña infinita de colillas de cigarrillo apagados y uno por la mitad, apoyado en el borde.

Te pienso, con tus chinelas de cuerina color bordó, que sobreviven y perpetúan a través de los tiempos.

Te pienso, entre toneladas de papeles sobre la mesa, chucherías y un armario gris, que viajó desde Hudson y todavía sigue allí.

Te pienso y me sube la nostalgia, pienso en esas manos que me llenaron de caricias, que secaron lágrimas y me rasguñaban los pies para levantarme.

Recuerdo tus garrapiñadas, un viejo televisor y un joystick.

Recuerdo un camión azul estacionado en el patio y un balde con agua y unas extrañas pelotitas de plástico similares al telgopor, que por años, dudé y no supe que eran.

Recuerdo un coche negro de faroles largos, como los ojos de los chinos, pero al revés.

Recuerdo el sonido de tus llaves al llegar a casa, y un payaso de trapo colgado en la pared de la pieza, al que le tenía pánico, y no sé como nunca nadie se dio cuenta que causaba terror… y que por suerte un día desapareció.

Recuerdo, mucho después, cada una de las cagadas que me mandé… y tus caras…

Una puta manzanita (del árbol navideño) que una vez se me dio por meterme en la mochila y que después me metió en problemas…

Las veces que me explicaste matemáticas…

No me acuerdo francamente de ningún helado compartido, ni de un cine, ni de haber jugado juntos,… pero sé que siempre estuviste en mí, de una manera prodigiosa.

No recuerdo haberte visto a la salida del jardín, ni de la escuela…

La vida no nos otorgó ese regalo. No tuvimos suerte…

Vinieron los días de primaria… mamá me llevó a tu casa y estaba Mónica con Diego y Gisela. No me lo imaginaba, pero había sido testigo de algo, cuando mamá me había mandado a buscarte a casa de Mónica y Mario, (todavía me acuerdo el nombre y hasta del lunar que tenía en la mejilla izquierda), y a la altura de mis ojos estaba el ojo de la cerradura… Era mi mirilla, y “lógicamente”, no estabas allí. Jeje…. Por eso no me sorprendí tanto.

Una vez, me diste una carta escrita a máquina (que por supuesto, todavía conservo como mi tesoro mas preciado), que hablaba de las cosas de grandes, ésas que nos impedían tantas cosas y que hablaba de que había un señor, “Serrat”, y que si no sabía  quien era, le pregunte a mami, que ella lo conocía.

Pasaron los tiempos y con él llegaron los días de secundaria. Así de rápido pasaron los años, y un día fui de visita y había un bebé. Ja! Me acuerdo que pregunté, - ¿Quién es?, y alguien respondió que era tuyo. Que sorpresa!, no tenía idea de tamaña noticia, pues nadie me había dicho nada. Pero admito que no me cayó mal, para nada. Sólo me sorprendió.

Un día, buscando plasticola en el armarito de la abuela encontré en un estante, un rollo de fotos de prueba… te habías casado, y tampoco sabía nada…

Que loco, a cientos de calles de distancia y no sabía nada de vos, sólo que te quería.

Recuerdo que iba algunos fines de semana y actuábamos como la típica familia féliz, pero todavía no nos conocíamos…

Siguieron pasando los años, y, donde sí te recuerdo, fue en mi cumpleaños de 15, que festejé a la tarde en una quinta, y me regalaste la cajita musical negra, casi con la misma melodía de la otra que me habían traído los reyes… la misma melodía que espantaba todos mis pesares…

Esa quinta era del novio de mamá, y yo iba en verano. Era una granja educativa con animales, había un vivero, una cancha de futbol 5 y de noche se transformaba en una pizzería. Allí trabajaba y me hacía unos pesos para gastar en golosinas. Un día en ese lugar, sobre la barra, al lado del equipo de música, había un casette blanco, con el papel amarillo impreso en letras negras… Era Serrat. Se lo pedí prestado y nunca más se lo devolví. Así fue como lo conocí y nos hicimos amigos. Volvía de la escuela al mediodía, y aprovechaba que mamá no estaba y lo escuchaba, una y otra vez, a moco tendido, porque me hacía acordar a vos… pero había una canción, esa que vos sabés, que durante años, no pude escuchar…

Me acuerdo cuando mamá me había amaestrado para que te pida que me compres ropa para el colegio, y fuimos al MAKRO, y me compraste un equipo azul, de gimnasia, que con el primer lavado se me achicó y nunca más lo pude usar… jajaj, (me río), el buzo me quedó manga ¾ y al pantalón, había que bajarlo a tomar agua…

¡¡¡Que épocas…!!!

Recuerdo que lloraba casi todas las noches, durante mi infancia y mucho más durante la pubertad. Lloraba por extrañarte, y ya en la adolescencia, por no conocerte casi.

Pero como todo termina en algún momento, un día decidí enfrentarme cara a cara con la vida y tomar valor.

Fui a tu casa de sorpresa, toqué el timbre y te dije: - Hola vieji!, al mismo tiempo en que te pellizcaba la cara y acariciaba tus arrugas. – Te quiero, ¿sabías?. Creo que esa fue la primera vez que te lo dije.

Una vez dentro de la casa… eran las 7 de la tarde, nos dirigimos a la cocina, preparamos el mate, pusimos los cigarrillos sobre la mesa junto a las cartas que teníamos guardadas en algún rincón de los bolsillos, y así, entre mate y mate, se hicieron las diez de la mañana. No recuerdo que día fue, pero sé, con certeza, que ese día nos empezamos a conocer. Cumplí mi cometido, pues había ido a eso.

Desde ese día, mi vida cambió, y hoy puedo sentir que estoy mano a mano con la vida, mi conexión con vos fue puramente sincera y legitima, y así será durante toda nuestra existencia.

Por eso, querido papucho, te quiero agradecer, porque tuviste la paciencia de saber esperar a que el tiempo haga lo suyo, porque aún estando lejos, siempre estuviste en mí, mas cerca que nadie, y siempre, a dondequiera que vaya, siempre, estás conmigo.

Te quiero hasta el cielo y más adelante!!!

Paty.

Hoy habia 14 visitantes (563 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
 
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis